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Lesión del Ligamento Cruzado Anterior

Publicado el 08-07-2022

La rotura del ligamento cruzado anterior LCA, es una de las lesiones más frecuentes dentro de las afecciones traumatológicas de la rodilla, destacando una mayor incidencia en deportistas, dado que este ligamento resulta imprescindible para mantener la estabilidad de la rodilla en movimientos como giros o saltos.
Cabe destacar una mayor incidencia en las mujeres, debido a una mayor laxitud articular y diferencias anatómicas en la rodilla.

En más de la mitad de las rodillas, se asocian lesiones de uno o ambos meniscos, otros ligamentos o del cartílago que deben ser también  valoradas y tratadas.

 

Función del LCA 

El LCA junto con el Ligamento Cruzado Posterior, los ligamentos colaterales, lateral y medial y los meniscos interno y externo, son las estructuras básicas que confieren estabilidad a la rodilla. 

Las funciones mecánicas fundamentales del LCA son el control de la  hiperextensión de rodilla, traslación anterior de la tibia, limitación de la rotación externa y de la flexión lateral o  valgo (cuando la rodilla soporta carga)

Además, tiene una importante función propioceptiva (información temporoespacial) que permite al control involuntario de la rodilla durante el movimiento,  evitando así un gran número de lesiones.

 

Causas de las lesiones del LCA

La ruptura del LCA se produce fundamentalmente en deportistas o trabajadores de fuerza.

Afecta a todos los grupos de edad desde la adolescencia hasta pacientes por encima de los 50 años. La mayor incidencia se asocia a la mayor demanda deportiva o laboral, entre los 20 y los 40 años.
En nuestro medio, deportes como el fútbol, baloncesto, algunos deportes de pista como pádel o tenis o deportes de contacto como el  kitesurf son la mayor fuente de lesiones del LCA. 
Los mecanismos de lesión son;  Cambios bruscos de dirección, salto o apoyo sobre un pie en caída, rotaciones enérgicas con el pie en apoyo y en menor medida traumatismos directos con el pie apoyado en el suelo o golpes contundentes en la cara posterior de la pantorrilla.

 

Diagnóstico
Los síntomas  Agudos de la lesión del LCA son; sensación de crujido, dolor e inflamación de aparición inmediata, imposibilidad para el apoyo. Posteriormente si no es tratada, el paciente siente falta de control de la rodilla y sensación de luxación  o  fallo en determinadas situaciones, fundamentalmente en movimientos automáticos de rotación o fuercen el valgo .

Es imprescindible una buena exploración clínica en la que el especialista comprobara mediante las maniobras adecuadas la estabilidad de la rodilla y la posibilidad de lesiones asociadas. 

La RNM es la prueba de imagen definitiva para confirmar el diagnóstico de ruptura total o parcial del LCA y los daños meniscales o ligamentosos asociados.

 

Tratamiento

Actualmente se plantea el tratamiento precoz en todos los grupos de edad, atendiendo fundamentalmente a la demanda en la vida diaria o actividad deportiva.

Las lesiones parciales aisladas del LCA se pueden manejar de manera conservadora solo cuando son pequeñas y no afectan a la estabilidad de la rodilla, el resto de lesiones son de tratamiento quirúrgico.

La cirugía se debe realizar a las pocas semanas de la lesión, particularizando el momento en cada caso.

El objetivo del tratamiento quirúrgico  es restaurar la anatomía de la rodilla, reemplazando o reparando las estructuras lesionadas; LCA, meniscos u otros ligamentos, devolviendo así, en la medida de lo posible la función previa a la lesión. 

Las rupturas del LCA que generan inestabilidad y no son tratadas mediante ligamentoplastia (sustitución del ligamento lesionado) o reconstrucción, van a desarrollar con mayor probabilidad lesiones asociadas de los meniscos y/o del cartílago y laxitudes crónicas de rodilla, que requerirán cirugías más complejas con ligamentoplastias extrarticulares y obtendrán peores resultados.

No obstante hay que tener en cuenta que la ligamentoplastia anterior no va a impedir el desarrollo de una artrosis precoz de la rodilla a medio o largo plazo. 

En las lesiones agudas aisladas del LCA se plantean diferentes tipos de injertos para reemplazar el ligamento lesionado. 

Los autoinjertos (extraídos del propio paciente) del tendón rotuliano, cuadricipital o isquiotibiales. Estas, reportan a largo plazo resultados similares. Corresponde al especialista la elección de uno u otro tipo de plastia, en función del paciente y sobre todo de la experiencia del propio cirujano. 

Los aloinjertos (extraídos de banco de tejidos, fundamentalmente tendón rotuliano o aquileo) se usan fundamentalmente en cirugías de revisión, cuando las ligamentoplastias implantadas se vuelven a romper y se agotan las posibilidades de extraer autoinjertos.

Con respecto a la cicatrización del injerto empleado para la reconstrucción del LCA, se sabe que es sometido a un proceso de necrosis avascular, seguida por revascularización y ulterior remodelación. Se ha demostrado que el proceso de remodelación y maduración del injerto se produce en el plazo de uno a tres años, dato fundamental a tener en cuenta a la hora de planificar la correspondiente rehabilitación y la vuelta a las actividades deportivas de alta demanda.

 

Conclusiones:

La ligamentoplastia artroscópica de rodilla es el tratamiento de elección en las lesiones agudas del LCA. 

Es importante diagnosticar y tratar al mismo tiempo las lesiones asociadas de meniscos u otros ligamentos. 

El tratamiento conservador solo debe observarse en pacientes de muy baja demanda o lesiones parciales que no afecten a la estabilidad de la rodilla. 

El tipo de ligamentoplastia empleada deberá determinarse de manera individualizada.

La rehabilitación específica y aplicando los plazos de acuerdo a la maduración de la plastia, es fundamental para minimizar el riesgo de rerupturas.

Las cirugías en los casos crónicos son más complejas  y obtienen peores resultados. 

La artrosis precoz tras la ruptura del LCA es inevitable, aunque la cirugía precoz podría ralentizarla.